Llegaste tranquilo, pensado y sereno como suelen llegar las buenas noticias.
Toco tus manos extrañando tu tacto, reconozco tu aroma y caigo redindia a la esporádica realidad de tu figura, deshojare tu piel esta noche mientras nuestros gemidos se acomodan al ritmo de mis caderas.
Te enredas en mis piernas, sin perder un pedazo de ellas, tus besos son colocados en el lugar perfecto. La neurótica obsesión de hacer mi cuerpo tuyo se asemeja en cada mirada.
El único intruso aquí es nuestro reflejo, jamás vi complemento tan perfecto de dos cuerpos desnudos empapados en sudor que irónicamente no comparten sentimiento alguno.
Besos y palabras que solo tu sabes conducir para domesticar mi cuerpo, sumergirte en lo mas profundo del mar de mis anhelos y que en cada golpe de amor que ejerces contra mi cuerpo, intento despedir una lágrima rehusada a salir mientras miro tus ojos.
Rabia absurda lo que uno siente al intentar odiar lo querido. Intentar desaparecer lo que no existe.